¿Y si tú despertaras hoy con la noticia de que la persona que más quieres ya no está?
¿Y si te dijeran que las prisas de unos, o la borrachera de otros al volante, fueron suficientes para llevársela para siempre?
Si te enteraras de todas las heridas en su cuerpo causadas por el impacto de un auto a toda velocidad, para después comprender que a pesar de que luchó por su vida, esas heridas fueron demasiado… ¿Harías algo diferente?
¿Dejarías de tomar y manejar?
¿Dejarías de manejar con prisa o jugar al arrancón?
¿Respetarías las señales de tránsito? ¿Esperarías a llegar a tu destino para contestar tus “urgentes” mensajes de Whatsapp?
A mí me pasó. A mis 31 años me tocó vivir lo que muchos piensan te pasa de viejito: perdí a mi pareja, a mi compañero, a mi gran amor.
Supe lo que es vivir lo que nadie piensa que le va a pasar: la angustia de no saber dónde estaba, el encontrarlo en terapia intensiva de un hospital, y días después, el recibir esa llamada.
Así, sin más. Él ya no estaba, y no había nada que pudiéramos hacer para cambiarlo.
Con esto conocí la cruda realidad que se vive en las calles. Comprendí cuán normalizado está el ignorar la responsabilidad de tener un volante en las manos. Me percaté incluso, de mi propia indiferencia.
Ahora lo veo. Sé que en mis decisiones van vidas. Nada puede cambiar lo que pasó, pero mi realidad, no tiene que ser la de otros.
En México cada año mueren 16,000 personas en siniestros viales. A nivel mundial la lamentable cifra es de 1.35 millones. Esto son 3,700 vidas truncadas, 3,700 familias destruidas cada día.
Justicia para todos ellos, es que tú no tengas que perder a un ser querido también para tomar conciencia y cambiar tu manera de pensar, tus acciones al volante y la manera en la que vives.