por Noemi Mariscal Figueroa

Como abogados a veces reducimos todo a tecnicismos legales, a artículos de las leyes con nombres rebuscados, buscamos las grietas en las leyes para poder librar a nuestros clientes de sus responsabilidades. Ese es nuestro trabajo “defender los intereses de nuestro cliente” o al menos eso creemos, pero ¿qué sucede cuando esos “intereses” no son precisamente los más justos?

Un buen amigo me ha dicho la siguiente frase: “de la justicia que se encargue DIOS, nosotros solo nos encargamos de los expedientes”, cuando lo reflexiono la realidad es que muchas veces el camino de la Justicia es muy lejano al del Derecho.

Cuando conocí a Esther (hermana de GABI SOTO y buscadora incansable de justicia) fue como viajar en el tiempo y recordar la primera vez que leí un expediente, ese día no pude contener las lágrimas ante los hechos que esa investigación narraba; la primera carpeta de investigación que leí fue sobre un siniestro vial, un “accidente” creado por un conjunto de decisiones y circunstancias que acabaron en tragedia, errores que terminaron con la vida de muchas personas, un hombre pasó 10 años en prisión, una familia se desintegró casi por completo, una niña de 14 años adquirió una incapacidad motora permanente y la pequeña ANDREITA de 7 años falleció sobre el asfalto.

El día de los hechos era un lunes aproximadamente las 6:15 de la mañana un conductor de tráiler regresaba de un viaje de más de 48 horas y había decidido no dormir porque quería llegar al cumpleaños número 5 de su hija, aún le faltaban más de 6 horas de camino, cuando  repentinamente, una motoneta maniobrada por una niña de 14 años con su hermanita de 7 años (ambas sin casco) dieron una vuelta prohibida a la salida de una gasolinera, el conductor cuando se dio cuenta intentó frenar, dejó marcas en el pavimento del esfuerzo por detener el tráiler, que inevitablemente arroyó la motoneta arrastrándola por casi 40 metros, ANDREITA de 7 años falleció casi al instante, su hermana estuvo casi 11 meses hospitalizada por las lesiones que sufrió, el conductor paso 10 años en un centro de reinserción social (cárcel) y los papás de las niñas se divorciaron buscando un culpable.

En esta historia, como en muchas otras, el sistema de justicia penal quedó superado por los hechos, ¿quién era el culpable de esta tragedia?, los papás de las niñas que les dieron una motoneta para que pudieran ir a la escuela que quedaba a más de 40 min de camino, la niña de 14 años que manejaba la motoneta sin licencia y que dio una vuelta prohibida en el lugar y momento incorrecto, el conductor del tráiler que iba a exceso de velocidad después de no haber dormido por 48 horas, la pequeña de 7 años que se subió a una motoneta sin casco, el municipio que no contaba con condiciones de vialidad que cumplieran los requisitos del reglamento de tránsito, pero para mí la pregunta más importante fue ¿qué se podía hacer para obtener justicia?

Esta de mas decir que la “JUSTICIA” no le devolvería la vida a Andreita, o que la “JUSTICIA” no aparecería mágicamente una tarde en el centro de reinserción social en el que estaba detenido el conductor, tampoco la “JUSTICIA” ayudaría a la hermana de Andreita a volver a caminar, sin embargo, ahí estábamos varios abogados intentando dilucidar qué era lo “JUSTO”, sin que ninguno pudiera hallar una solución real al dilema que la vida nos ponía enfrente y del cual solo fuimos espectadores.

Con los años he aprendido que en casos como el anterior la vida a veces no es justa, pero eso no implica que debamos dejar de buscar la justicia, deberíamos levantarnos todos los días ha intentar equilibrar la balanza, la historia de “ANDREITA” me hace sentir un vacío que debe ser llenado con acciones, cambios estructurales que nos permitan caminar a un futuro en donde sí se pueda encontrar la decisión justa, me recuerda lo importante que es cada vida,  me llena de expectativas por cumplir, me obliga a estudiar para encontrar leyes que permitan encontrar una solución, me arranca de esa fantasía del deber ser y me coloca en este plano donde lo único que queda es resignificar el proceso de búsqueda de la tan anhelada “JUSTICIA” con cada acción diaria.

 

Noemi Mariscal Figueroa

Abogada postulante

Colaboradora de la asociación civil, “Consultoría integral para víctimas”