“A Miguelito le da miedo montar en bici sin llantitas, o ruedines como él les llama, y le da miedo patinar.
Miguelito se siente fuerte y seguro con los pies sobre el suelo firme. Sobre suelo firme Miguelito es muy grande, incluso con un balón entre las manos, o especialmente con un balón entre las manos. Hace gala de una destreza, una pasión, una energía, y una seguridad arrolladoras, y aunque mida poco más de un metro, acapara miradas y despierta admiración. Incluida la suya.
A Miguelito le da miedo perderse, y cuando estamos entre grandes aglomeraciones de gente, véase centros comerciales, estadios de fútbol, entrada o salida de un cine… se aferra a mi mano y la sostiene fuerte.
A Miguelito le da miedo el dolor, y le da miedo la sangre. Yo me invento remedios mágicos. Como el otro día cuando se cayó de la cama y le dije, “precisamente estaba pelando una mandarina que cura los golpes de caída de la cama contra el suelo… no me mires así, para otros golpes no es malo, pero la mandarina está especialmente indicada para los de la cama contra el suelo”. Miguel sabe que le estoy tomando el pelo, pero se ríe, se la come y le pregunto, ¿mejor? Sí. ¿Lo ves? Y se vuelve a reír, pero sin duda, más miedo que el dolor da la sangre, y contra la sangre están las curitas, que son mágicas y la esconden. Y según la esconden, llega la calma.
Miguelito, además de tener miedos tiene mucho amor propio, y no le gusta reconocer que tiene miedo. Cuando le preguntamos si quiere que le enseñemos a montar en bici sin llantitas dice que no le apetece, que no le gusta, o que ya sabe.
Le digo que si se acuerda de cuando no se quería meter a la alberca porque pensaba que se iba a hundir, y el miedo que pasó en clases de natación, a las que no quería ir ni muerto, pero que gracias a ellas ahora sabe que no se hunde, y da igual si el agua le cubre o no le cubre porque él sabe nadar, sabe que sabe, sabe que puede, y se siente grande, aunque al principio le diera miedo. Y se ríe contento. Es verdad, me dice. ¿Quieres que probemos con la bici? NO.
Un día se cayó y me dijo que aunque se había hecho una herida no le había dolido, ni tampoco llorado, porque ya se estaba haciendo mayor, así que ya era valiente. Y entonces le hablé del valor. Y le dije que ser valiente no consistía en no tener miedo, y que ser valiente no es cuestión de edad. Miguel, valiente es quien a pesar de tener miedo, no se queda paralizado, se enfrenta al miedo, y sólo así descubre que sí que puede. Ser valiente no es cuestión de edad, el miedo no desaparece con los años, siempre va a estar ahí. Dejarás de temer a la oscuridad, la bici sin ruedines, y perderte en los centros comerciales, pero aparecerán otros. Lo que sí puedes es aprender a vencer tus miedos, y eso es ser valiente. ¿Y sabes por qué los valientes son valientes? Porque tienen un secreto. El secreto de los valientes es que saben que por muy grande que sea el miedo, ellos son más grandes todavía. Tú también eres más grande que ellos, y ahora sabes el secreto.
Todavía no se ha puesto con la bici, pero es que incluso conociendo el secreto aprender el valor, lleva su tiempo.”
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Gabi escribió este cuento para Esther, su hermana menor, para su Miguelito interior.
Siempre mando un abrazo al cielo hermana, nunca olvido el secreto para vencer al miedo.
Esther Soto.